Titulares

Las auyamas de papá


El origen campesino de mi padre, mío y de toda la familia, es algo impregnado en nuestro ser, que no se puede ocultar y que en  nuestro caso es algo que nos llena de orgullo, sembrando y cultivando hasta en los patios de la casa.
Como unos metros de tierra en patios no eran suficientes, adquirimos unas cuantas tareas cerca de la ciudad; allí cada madrugada estaba papá, menos cuando viajaba,  laborando la tierra, haciéndola parir, le acompañaban algunos hijos, cuñados y un señor que vive en el terreno.
Si le llamaban campesino, guajiro como en Cuba o Gibarito como en Puerto Rico, reía, a veces a carcajada, descubría de quelado estaba la ignoracia que menosprecia al hombre del campo, al responsable de la seguridad alimentaria y la soberanía de la patria en el campo agrícola.
Sembraba de todo, pero tenía predilección por las auyamas y su contenido vitamínico; lo último que trajo a la casa de la tierra fue una auyama, que aún guardo, haciéndome recordar la primera siembra en la tierra que cultivó y la gran producción de auyamas gigantes, hasta de 50 libras.
De aquella cosecha le pedí algo de dinero, pues le había recomendado venderlas en los supermercados cercanos, me respondió con risa y algunos gestos, diciéndome: “ Las auyamas se las dí a la familia, a los empleados, las abogadas y abogados, los amigos y a todo el que pasaba, no vendí ni una, dame pal pasaje que voy para el conuco”. ¡Ese era papá! Y les ayuda a entender porque soy como soy, por genética, educación y conciencia.