Titulares

PEDRO MARTINEZ UN EJEMPLO GRANDE


Por Praede Olivero Féliz
Conocí personalmente a Pedro Martínez en el estadio de beisbol de la Universidad Autónoma de Santo Domingo –UASD- tras apoderarse de la cúspide del pitcheo del beisbol de grandes ligas y girar una visita a la liga de beisbol infantil de la academia.

Mi hijo era uno de los prospectos que jugaba en esa liga; Engels Bladimir Olivero Matos tenía a Ken Griffey Jr. un jardinero espigado, jonrronero, como su ídolo; pero la visita de Pedro le impresionó mucho, pidiéndole un autógrafo que obtuvo al firmarle una página de su cuaderno, que le he cuidado año tras año.

Fue tan grande el estímulo que viajo con su equipo de la liga a Puerto Rico, destacándose en la defensa y en la ofensiva, decidiendo firmar con un equipo de grandes ligas, de los que vieron los prospectos en el estadio de la UASD; pero era menor de edad y yo tenía la última palabra.

Decidí que no podía firmar antes de terminar el bachillerato en el Liceo Experimental Amelia Ricart Calventy y el inglés en el Instituto Dominico Americano. 

Llegó ese momento y había cumplido los 18 años, un obstáculo para la firma. ¡NUNCA FIRMÓ! Por las reglas del juego.

Mi decisión la basé en la prioridad que daba a la educación integral de mis cuatro hijos, profesionales (abogada, odontóloga, médico y él, ingeniero) y a la gran cantidad de jóvenes que firmaban y se quedaban en el camino, que son mayoría; de éstos me impactó el caso de mi amigo Bolívar Ventura (hoy ingeniero), un lanzador que se lesionó y vio truncado su sueño de pelotero.

Mi hijo me reclamó por esa decisión durante años, cada vez que los recursos se escaseaban lo atribuía a que no lo dejé firmar, mi amigo Menio Féliz Gómez, al igual que otros pensaban lo mismo; pero Dios, la familia y yo sabemos que otra razón poderosa, de condición médica, del amor que siento por él y protección de su vida, me llevaron también a tomar aquella decisión.

La segunda opción para él, la primera para mí, Pedro Martínez, un caballo que entró a la historia cargando sobre sus alas a la República Dominicana, la asumió y explicó a mi hijo y a los demás jóvenes peloteros que yo ayudaba y representaba como presidente de la sociedad de padres. Ese contrapeso impulsó y plantó en nuestros corazones al grande de Manoguayabo, del país y del mundo.

Sus estadísticas son extraordinarias,  tres Cy Young,  8 juegos de estrellas, 3, 154 ponches, 219 victorias y 100 derrotas, efectividad de 2.93, 0.7373 WHIP año 2000, la mejor de la historia, 300 ponches en una temporada, 2 veces, 3 lideratos de ponches, 5 lideratos de efectividad, resucitar a Boston para ayudarlo a ganar un campeonato después de 86 años, los disfrutamos no sólo como fanáticos dominicanos, sino como si fuésemos parte de su familia, como lo demuestra la fotografía publicada por mi hija Sojailin, en la que aparece junto a Pedro Martínez.

Sus 5.11 de estatura y 175 libras, que no convencían a los incrédulos, que buscaban más de 6 pies de estatura y más de 200 libras, eran el templo de su alma infinita, de su enorme corazón duartiano y tricolor, que tras triunfar volvió a nuestro encuentro, esta vez en Barahona y cosas de la vida, al lado de aquel Bolívar Ventura y de mi amigo y hermano Melton Pineda y de otros barahoneros, reunidos en la fundación del Dr. Kelly.

Al ver llegar al Salón de la Fama de Coopers Town, en el primer intento, con el 91% de los votos, al más grande lanzador dominicano en las grandes ligas para acompañar  a Marichal como los únicos dominicanos,  y únicos lanzadores de los 11 latinos que completan Roberto Clemente, Martin Dihigo, Luís Agaricio, Rod Carew, Orlando Cepeda, Tony Pérez, Cristóbal Torriente, José Méndez y Roberto Alomar; nuestros corazones intentaron salir de nuestros pechos, aun cuando sabíamos que llegaría sin problemas, como el más dominante y limpio ejemplo para nuestra juventud, que vio imponerse su fe, trabajo y el látigo justiciero de su brazo, ante los bates sanos y los tramposos  de la época, lo que confirma que para todos Pedro Martínez es un ejemplo grande.