OPINION: Libertad de expresión y opinión pública
Cuestionar es lo mínimo que puede hacer un pueblo descontento.
El prefacio redactado por George Orwell (Eric Blair) en su libro “Rebelión de la granja”, constituye por sí solo una obra literaria. Confiesa el autor, que concibió por primera vez la idea central de dicho texto en 1937, pero que no fue hasta 1943 que lo redactó. Una vez escrito -señala- le fue muy difícil lograr publicarlo, pues las editoriales lo rechazaban por su contenido crítico al contexto político inglés ante la URSS.
Una frase que resalta el valor y coraje de Orwell es cuando sostiene: “En este país la cobardía intelectual es el peor enemigo al que tiene que enfrentarse un escritor o periodista, y ese hecho no parece haber recibido la atención que merece”. Plantea George: “No es que esté prohibido decir esto, aquello o lo otro, sino que “no se hace”. Lo que realmente le molestó fue el silencio sepulcral y “tolerante” de los pensantes ingleses frente a los soviéticos.
En ese mismo sentido, pese a que el presente siglo ha sido denominado del “conocimiento”, no menos cierto es que de alguna u otra forma la libertad de expresión recibe graves amenazas de distintas índoles por sectores que no toleran cuestionamientos. Sin embargo, el auge de la tecnología ha permitido que cualquier ser humano se convierta en reportero, comunicador, productor y editor de acontecimientos sociales que se suscitan diariamente.
La libertad de expresión contenida en el artículo 49 de la Constitución dominicana es un derecho fundamental que debe ser garantizado por el Estado, como bien señala su contenido: “Toda persona tiene derecho a expresar libremente sus pensamientos, ideas y opiniones, por cualquier medio, sin que pueda establecerse censura previa”. Claro está, este derecho tiene límites, como son: la difamación e injuria y las alabanzas a Trujillo.
Por tanto, vivimos en una sociedad interconectada que nada olvida ni borra y, en la que el morbo, las noticias falsas y el populismo, predominan. Cada vez más la hiperconectividad demuestra sus músculos, por lo que, no se necesita ser parte de la prensa profesional para estar “informado”, porque, a lo que el hacha va y viene la presunción de inocencia y el debido proceso solo están escritos en un pedazo de papel.
Ahora bien, es sabido que el conflicto es inherente al ser humano y como contraparte existe el dialogo, la concertación y la negociación. Que exista una masa crítica encabezada por periodistas y comunicadores profesionales, además de otros intelectuales con el interés de lograr transparencia y coherencia en el accionar del ámbito público y el privado, debe ser interés del propio Estado.
En consecuencia, constituye una actitud intolerante, sesgada, abusiva y poco inteligente, enfrentar con amenazas el ejercicio de un derecho como el de libertad de expresión que tanta sangre y fuego ha costado para acabar con dictaduras y regímenes totalitarios que tanto daño han hecho al mundo.
Por consiguiente, hacer vida pública desde el Estado o desde el ejercicio de funciones privadas que impactan en el interés público, requiere de mucha prudencia e inteligencia emocional. Cuestionar es lo mínimo que puede hacer un pueblo descontento con el accionar de su clase política, necesidades básicas inconclusas, mal manejo del erario y deuda social acumulada.
En fin, no se trata del partido que hoy gobierna o encabeza mayoría en el Congreso, porque la prepotencia de los anteriores también fue incorrecta y fuera de lugar. Lo que consiste es entender que los cargos son pasajeros; que hoy estás arriba y mañana estás abajo. Que si usted aceptó acompañar a un presidente en su gobierno lo mínimo que debe provocar son escándalos y ruidos innecesarios. Todo lo contrario, si usted está en lo correcto, pues que lo correcto hable por usted. Como bien sostuvo Voltaire: “Detesto lo que decís y defenderé hasta la muerte vuestro derecho a decirlo.”
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