Joven trans mostró el “antes y el después” y se volvió viral
Nicolás se sienta frente a la pantalla de su celular, se acomoda el cuello de la camisa blanca y sonríe. Es temprano, tiene 24 años y no es su estilo andar en camisa, pero acaba de volver de una entrevista en una radio local y todavía está que no lo puede creer. Es que, hasta hace pocos días, su historia era una historia mínima: la vida privada de un joven trans rosarino que, a lo largo del último año y medio, había dado los pasos definitorios de su transición para dejar de ser Nicole y ser, por fin, Nicolás.
Hace dos semanas subió otro en el que está bailando —se escucha el tema “Que digan lo que quieran de mí”— con la misma sonrisa con la que ahora mira a cámara. Después, aparece una foto de él en el secundario, con pollera y aros perla, cuando todavía era, al menos para el resto, “Nicki”. El video tiene 4.000.000 de reproducciones y 10.500 comentarios.
Hay un recuerdo de su infancia que cobró sentido hace poco, cuando Nicolás empezó a preguntarse cuándo fue que empezó a desear ser varón. “Yo jugaba con las pastillitas Tic Tac, tenía 8 años más o menos. Me tomaba una pastilla y me transformaba en Nicolás y me comportaba como un nene. Pero era un secreto y, antes de que alguien se diera cuenta, me tomaba otra para volver a ser Nicole”.
Era el año 2005 y nadie a su alrededor sabía nada acerca de los hombres transgénero. De hecho, fue recién en 2011 que, mirando Gran Hermano, muchos argentinos conocieron por primera vez la historia de un hombre trans. Era Alejandro Iglesias, un joven en cuyo documento decía “Silvia” y que contaba que quería ganar el juego para pagarse la mastectomía y la faloplastia (la creación quirúrgica de un pene).
“Después, a los 12, 13 años, lo recontra re mil reprimí. Pero fue porque mi papá era bastante cerrado de cabeza. En las fotos vas a ver que yo era demasiado femenina y era por eso, porque en mi casa me decían ‘mirá lo que van a decir de vos’, ‘vestite como una mujer’. Yo quería andar con zapatillas y ropa deportiva pero si yo no salía mínimo con vestido o pollera y zapatos mi casa era un caos”.
La regla tácita era ser “una mujer como corresponde” —heterosexual y cisgénero (“si tiene vagina, ovarios, útero es mujer»)— pero, para empezar, «a mí siempre me gustaron las mujeres. Estuve con chicos mientras era Nicole, tenía novio, pero no me gustaban los varones. Era más una pantalla que otra cosa”.
“Empecé a tener una especie de anorexia nerviosa. Dejé de comer, bajé muchísimo de peso. Me acuerdo que me mandaban al psicólogo y mi papá venía a mi pieza y me preguntaba ‘¿se te pasó?’, como si fuera un resfrío”. Como le gustaban las mujeres, Nicole creía que era lesbiana aunque en el fondo sabía que tampoco ahí terminaba de sentirse a gusto. “Todos los años lloraba, no quería vivir más”.
En el año 2017 le detectaron una arritmia. Nicole estaba disociada de su cuerpo y la ignoró pero al año siguiente, la advertencia volvió. “Lo que terminaron encontrando fue una comunicación interauricular, o sea, un agujero en el tabique que separa las aurículas”.
“Me dijeron ‘un año más, o tal vez menos, te ibas a dormir y no te despertabas más’”. Nicole salió viva de la operación pero la situación límite ya la había arrinconado: ¿y si hubiera muerto sin haber sido quien quería ser? “Pensaba todo el tiempo: ‘No puedo seguir viviendo así, no puedo seguir forzando algo que no soy, fingiendo, no me siento cómodo en este cuerpo’. Evidentemente había vivido más de 20 años con un agujero en el corazón”.
“Y un día, llorando, se lo dije a mi hermana. ‘No me siento bien conmigo así como soy, me siento Nicolás’”, pronunció. Dana (22) no se sorprendió y terminó desmalezándole el camino.
Nicolás le tenía terror a ese momento por la reacción que habían tenido cuando creyeron que era lesbiana. “Pero no. Se ve que se dieron cuenta de lo que habían hecho y cuando lo conté reaccionaron totalmente distinto. Es más, con el tiempo mi papá dijo que el día de la operación de corazón murió Nicole y nació Nicolás. Y hace poco me pidió disculpas por todo lo que había hecho. Creo que se dio cuenta de que si tardé tanto tiempo fue prácticamente por él”.
Nicolás se arremanga la camisa y se ve. Tiene una jeringa tatuada en el antebrazo, la fórmula de la testosterona y el rosa y el celeste de la bandera trans: los colores que se suelen usar para distinguir a las nenas de los nenes según sus genitales al nacer.
“Lo conocí cuando todavía era Nicole”, cuenta ella a Infobae. “Yo vengo de una provincia muy cerrada, ortodoxa católica, llena de monumentos de Jesús, la Virgen está por todos lados, fui a un colegio católico toda mi vida. Así que cuando llegué a Rosario no sabía ni que existían chicas a las que les gustaban otras chicas, imaginate. Fue catastrófico para mí cuando me empezó a gustar una chica. Pensé ‘mi mamá no me va a hablar nunca más’”, se ríe.
Pocos días después comenzaron a estar juntos, por lo que Bárbara lo acompañó en su transición. Al mes siguiente cambió el nombre de su DNI y, a los ocho meses de iniciada la hormonización, Nicolás se hizo la mastectomía para sacarse las mamas (eso también lo mostró en Tik Tok).
“Lo apoyé desde el primer momento y transité todo al lado de él”, dice ella. Era claro que se había enamorado de la persona y no del género.
A su lado, Bárbara suspira y lo abraza. “Creo que la sociedad, el mundo, la gente estaría mejor si hubiese más personas como él. Yo también fui criada con muchos prejuicios y él, aún habiendo crecido con esos prejuicios, con ese ‘¿qué van a decir?’, es la persona más libre que existe”.
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