SANTO DOMINGO: San Miguel, una fiesta dominicana de puro sincretismo
El aire huele a velas y a cigarro puro en el entorno de la parroquia de San Miguel Arcángel de Santo Domingo, y el rojo y el verde predominan en las prendas que visten los centenares devotos que este domingo han celebrado a su santo con un rito a medio camino entre lo católico y el vudú.
La fiesta de San Miguel, como cada 29 de septiembre, se convierte en un fervor de tradiciones sincréticas, arraigadas en la población negra de la República Dominicana, en una celebración que enlaza tres misas en fila con una fiesta de cigarro en boca, trago de cerveza o ron en mano y música pagana.
Esta es "la manifestación de religiosidad popular más importante en todo el país" y tiene un "fuerte componente de sincretismo" porque la parroquia de San Miguel Arcángel "fue el primer templo en el que permitieron entrar a la comunidad negra en el periodo colonial, según explicó a Efe el folclorista Roldán Mármol.
De ahí que los actos religiosos se combinen con los palos o atabales y las salves, dos ritmos que se tocan en todo el territorio dominicano durante la celebración en honor del santo, conocido también como "Belie Belcán", nombre de una deidad de la 21 división del vudú, "símbolo guerrero de la fuerza y la resistencia", apuntó Mármol.
Como la iglesia está abarrotada durante el oficio, las inmediaciones también están bien concurridas desde tempranas horas, y se ven muchos uniforme militares, porque San Miguel Arcángel es también el patrón de las Fuerzas Armadas en el país.
Además de feligreses, por las inmediaciones de la parroquia pululan vendedores de cigarros puros, que en esta fecha hacen buen negocio por ser tradición fumarlos en este día, y tenderetes con velas, que se encienden por cientos.
No faltan, tampoco, pedigüeños y tullidos, que esperan conseguir unos "chelitos" de aquellos que acuden a agradecer algún favor que les concedió el santo durante el año.
Mientras se celebran tres misas consecutivas, va creciendo el bullicio en el exterior y en un colmado cercano, donde los empleados se afanan por servir cervezas a toda prisa a los parroquianos.
En el parque se preparan, cigarro en boca y trago en mano, para comenzar con los ritmos paganos en cuanto terminen los oficios.
Tal es la devoción por San Miguel, que se lo comen. Literalmente. Decenas de tartas con la imagen del santo sirven para llenar los estómagos y amortiguar los efectos del alcohol y el tabaco.
"Es un día muy importante para nosotros, los que somos creyentes. Somos de descendencia afroantillana, por eso son 'los palos'", dice a Efe Nancy la Cunguna, miembro de la 21 división del vudú.
"Esto es una adoración, un agradecimiento por los milagros a las peticiones que hacemos durante el año", explicó la santera, que se define a sí misma como "una persona elegida por los misterios para ayudar a las personas".
Otro miembro de la 21 división, ataviado con ropajes rojos y una pañoleta verde explicó a Efe que esa es la vestimenta del devoto a San Miguel Arcángel, representado por esos colores.
La jornada festiva se prolonga hasta la noche, con bailes en los que algunos alcanzan el estado de trance, y así se pasa el día, hasta que sacan al Santo en procesión.
Para entonces, el aire ya no solo huele a puros y a velas, también a cerveza, a ron y a humanidad.