Navidad versus Inequidad (1)
El pasado domingo 23 de noviembre la Iglesia celebró la
fiesta de Cristo Rey del Universo. Con esta fiesta, los fieles católicos
ponemos fin al año litúrgico, nos avocamos a entrar en el adviento (del latín:
adventus Redemptoris. Venida del redentor), es el primer período del año
litúrgico.
Consiste en un tiempo de preparación espiritual para la celebración
del nacimiento de Jesús. Este es un tiempo de profunda reflexión y oración,
caracterizado por la espera, vigilia, arrepentimiento, perdón y alegría.
Esperamos el nacimiento del niño Jesús en nuestros corazones.
El adviento es un tiempo de compartir lo poco o mucho que
tenemos, con los más necesitados. Recordando siempre que el grande, el Rey de
reyes, se hizo hombre y habitó entre nosotros, olvidándose de su condición de
Dios, compartiendo con los más necesitados. Su prédica siempre fue clara y precisa: “No he venido a este mundo a ser
servido; sino para servir”. Magnífico ejemplo nos da el señor.
Cuántos en nombre de ese Jesús, juegan con la miseria de este
pueblo. Cuántos se han olvidado de lo que dijo el divino Rabí de Galilea:
“Primero entrará un camello por el ojo de una aguja, que un rico al reino de
los cielos”.
No es que sea malo la adquisición de bienes materiales, malo
o bueno es la forma de adquirirlos y el uso que le demos. No puede ser de
cristianos la acumulación de dinero basado en la corrupción (forma ilícita de
apropiarse del dinero de los impuestos que paga el pueblo y que debe ser
devuelto en bienes y servicios al mismo pueblo).
Tampoco puede ser visto con
caridad la explotación despiadada de hombres y mujeres con el objetivo de
acumular riqueza, pagando míseros sueldos a los que generan esos grandes
beneficios.